por Miguel Palacios Frugone
En la película el padrino, Michael Corleone le decía a su sobrino Vincent lo siguiente: ten cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos.
Digo esto por el protagonismo que hoy tiene Alberto Acosta y los poderes omnímodos que según Correa dice poseer el hombre más poderoso del Ecuador.
Estas dos situaciones; la figuración y el poder, han convertido a Acosta en el principal enemigo político del otrora dueño de alianza país.
Las razones son bastante lógicas.
La autocracia en la que se sustenta la fuerza de la asamblea no está basada en el respaldo del pueblo ecuatoriano.
Si bien es cierto que Correa goza de popularidad, también lo es que esa algarabía transitoria no tiene garantía de supervivencia en el tiempo, ya que nadie es el dueño del afecto de la masa y mucho menos de su fidelidad.
La verdadera fuerza que ostenta el poder de la constituyente, está radicada en el control de dicha asamblea a través de quién domine a los ochenta elegidos de alianza país. En otras palabras, quien maneje a los ochenta asambleístas será el verdadero propietario del poder.
Olvídense de la lealtad, los proyectos, la canción patria, las alianzas o los sueños de perros del partido verde… el que tenga en su bolsillo a los ochenta, será el verdadero emperador del Ecuador.
Para saber quien es el que dominará a estos levantamanos, hay que entender cómo funciona por separado cada uno de los dos líderes del movimiento que dizque nos gobierna.
Las neuronas del cerebro de Correa funcionan como canguiles en una olla hirviendo con aceite. Este chisporroteo sin sentido de los granos que se revientan en el interior del recipiente, hace que suenen múltiples explosiones al mismo tiempo; todas muy ruidosas, muy aparatosas y aparentemente muy temerosas, pero sin una razón preestablecida y peor aún con un fin determinado.
En ese sentido, Correa tiene la verborrea de un muchacho malcriado, bocón y peleón. Según una alcaldesa del oriente es un vulgar patán; que se cree lindo, pero no lo es.
Su majestad es mucha bulla y poca consistencia. Habla de una manera, pero actúa de otra. En otras palabras, el presidente no constituye un peligro para el obsoleto sistema político del país, porque nunca concreta nada. Y no es una amenaza por que solo es la sumatoria de euforias, confrontaciones y exabruptos, carentes de ideología y peor de un proyecto para la transformación nacional.
En cambio el cerebro de Acosta funciona de otra manera.
Es parecido a una moderna máquina de hacer jugo, donde por la parte de arriba se le mete toda clase de frutas y una vez encendida, en su interior se queda toda la basura, para que al final le salga un solo chorro conteniendo la esencia de lo metido.
Acosta es un ideólogo radical cerrado a la banda, que en su actitud se asemeja a un caballo con anteojeras para solo ver los cambios que a su necio criterio son los que requiere la patria. El economista es el verdadero cerebro de la revolución ciudadana. Su ambición personal es mayor que la de Correa y lo lleva a querer ser como su tío abuelo, el Dr. José Maria Velasco Ibarra. Incluso esta obsesión llega a tanto, que en su afán de parecerse al otrora caudillo, se está quedando calvo y usa lentes con lunas oscuras para parecer la reencarnación del ex presidente.
Acosta es un necio convencido de que en el socialismo caduco y concentrador, se encuentra la solución para la revolución ciudadana.
Según sus íntimos, es un ecologista a rajatabla y un conservador encarnizado de los recursos naturales, a tal punto que dicen que se cuida mucho de no desperdiciar el agua, por lo que no la usa muy frecuentemente y por eso se lo percibe como un individuo fuertemente oloroso a los que no se mojan frecuentemente con el líquido vital.
Acosta es más ambicioso que Correa.
Es mucho más adoctrinado y viene trabajando con los indígenas desde hace muchos años. Es mucho más cerrado y persistente. Doctrinariamente se diferencia con Correa, en que este solo tiene paroxismos eruptivos de exabruptos socializadores que jamás se cumplen.
Públicamente el mandatario ha reconocido no ser nada comparado con Acosta.
Cuando dice que el presidente de la asamblea es el hombre más poderoso del Ecuador, está reconociendo que Acosta está por encima de él.
Acosta es mucho más inteligente y consistente. Infinitamente más ambicioso, es más perseverante, mucho más organizado y sabe a donde quiere llegar.
Incluso recordemos que quién le propone a Correa que sea candidato a presidente es Acosta y lo hace en su casa; es decir lo utiliza para sus fines ideológicos.
Este matrimonio entre el protagonismo y el poder no durará mucho.
Correa es un sobre valorado que no cede protagonismos y Acosta es un necio que no claudica convicciones.
Ya hay un claro ejemplo del narcisismo que no comparte protagonismos, en la renuncia del ex ministro Larrea, quien estaba creciendo desmesuradamente en autoridad por encima de la de su majestad.
La pregunta clave es: ¿quien le debe más a quién? ¿Correa a Acosta o Acosta a Correa?
Lo cierto de todo esto es que en un par de meses los ochenta asambleístas trabajarán para Acosta y le pertenecerán a él.
Para ese entonces, todas las rabietas y las ideas locas de la olla de canguil quedarán supeditadas al deseo o la conveniencia del verdadero amo del país; el inmojable y sudoroso Acosta.
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