viernes, 27 de diciembre de 2019

La oposición ya es de todos

Por: Felipe Burbano de Lara
08/Febrero/2011

El gesto desafiante de convocar a la consulta popular para reagrupar y afirmar su propio campo político en nombre del soberano -el nuevo fetiche de la democracia directa ecuatoriana- no alcanza a disimular la fragmentación social y política del país. El Ecuador se le va de las manos a Correa y a la revolución. ¿Habrá imaginado el Gobierno el avispero que levantaría su propuesta de consulta? ¿Habrá calculado bien sus efectos sociales? El ansia por acumular y engrandecer su propio poder ha tenido la virtud de mostrar los frentes opositores, los malestares hondos, profundos y amplios acumulados en el país. No hay una oposición, hay oposiciones. Cada vez aparece más clara una revolución que ha acumulado múltiples enemigos en el camino, no socios ni aliados. Es el destino inevitable de su propia estrategia de antagonismos constantes, de la cual no puede desprenderse y ahora le acosa.

En lugar de dar un salto adelante, el Gobierno dio un salto atrás. En lugar de evolucionar políticamente de acuerdo al nuevo contexto del país, da un salto atrás como si estuviéramos aún en la coyuntura de 2006 cuando había esa enorme predisposición hacia el cambio. El Gobierno vuelve a sus orígenes para relegitimarse cuando ha hecho correr tanta agua bajo el puente.

Una oposición dispersa, fragmentada, como no podía ser de otra manera, se riega por el país. La diversidad responde a cada una de las descalificaciones y maltratos. No podía esperarse otra cosa: galleros, toreros, empresarios, indígenas, rupturas de los 25, ex aliados y fanáticos, partidos de izquierda, intelectuales, ecologistas, medios, veedurías ciudadanas, bancos, pelucones... Por donde se mire, oposiciones. Frente a la demanda enorme, gigantesca, por una conducción política distinta, por un abandono de la lógica de la guerra para ir a una lógica democrática, frente a la demanda por interlocuciones, el Gobierno responde con un paso atrás.

Con seguridad, habrá hecho todas las simulaciones imaginables para asegurarse un triunfo. Pero hay     victorias que degradan moral y éticamente y se vuelven derrotas. El afán por mostrarse gigante, por presentar a todos los demás como enanos e insignificantes, el interés por avasallar a los opositores, por darles una paliza en las urnas, por ridiculizarlos desde las tarimas, lo degradará. En los últimos días, ha dado muestras de su nueva conducta. La detención de Pepe Acacho con inusitado despliegue de fuerza le degrada. Los insultos jurásicos a las canas, como dijo el digno José Ayala, le degrada. Su atrincheramiento autoritario le vuelve torpe y represivo.

El gesto prepotente de mostrarse como el más fuerte, invencible, no alcanza ya a disimular las oposiciones y los malestares. La patria de las consignas revolucionarias ha engendrado su propia guerra de guerrillas. La oposición ya es de todos. El gigantismo del poder anuncia su propia debilidad ética y moral, su carencia de argumentos democráticos. Cada spot oficial por el Sí en la campaña provocará un fortalecimiento de las oposiciones. Será el reverso de un juego político obsesionado con tenerlo todo.


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