martes, 31 de diciembre de 2019

‘Perder la capital’

Por: Gonzalo  Ortiz  Crespo

16/Febrero/2014

"Por un error no podemos perder la capital", dijo el jueves el presidente Correa y en esa frase se concentra la cabal explicación de lo que sucede en este proceso electoral. 

En primer lugar, encierra la prepotencia. Correa se siente dueño de Quito y teme perder su propiedad. Pero Quito no es ni de Correa ni de AP: es propiedad de sus habitantes y, al ser capital, de todos los ecuatorianos.

En segundo lugar, refleja el desenfoque de Correa sobre estas elecciones, inexplicable en quien se ha mostrado tan hábil en la conquista (¡y retención!) del poder político. El mandatario reduce el descenso de Barrera al error de cobrar $170 de multa por los autos mal estacionados, cuando el problema es mucho más complejo. Incluye, por supuesto, el fastidio de quiteñas y quiteños con la persecución municipal, tanto por el monto –el año pasado eran $ 159– como por el afán de imponer multas a troche y moche (¿no sabe el presidente de las multas impuestas durante las misas de los domingos a los vehículos parqueados en las calles alrededor de las iglesias parroquiales?, ¿o en reuniones privadas como matrimonios y recepciones? ¡Y eso en calles donde no está prohibido parquear!). Es ese acoso lo que el ciudadano resiente: la combinación de las multas a los vehículos, con el afán de cobrar patentes, reavalúos catastrales, nuevas tasas en todo trámite municipal. Pero incluso eso es solo una pequeña parte de la impopularidad de Barrera. La gente no confía en él por su afán de adjudicarse obras previas (desde el aeropuerto a los parques metropolitanos, desde el turismo a los ingresos a los barrios) y de inaugurar obras que no existen (un aeropuerto sin vías, unas estaciones sin Metro, un Bicentenario sin parque). Pero lo que más le irrita es su actitud subalterna frente al Gobierno. Los habitantes de Quito, que vieron a su Municipio pasar de prestador de servicios a verdadero gobierno local, resienten su actual retroceso a mero apéndice del gobierno central. Y por supuesto, aborrecen que su alcalde sea un funcionario gubernamental más, un miembro de la comparsa que, en vez de hacer valer al DM, lo ha convertido en menos que una subsecretaría. Es el modelo lo que rechaza, no la multa de 170.

Por eso, cada vez que, en estos días de desesperación, Correa y los funcionarios del Gobierno han intentado ayudarle, solo lo han hundido más. Porque cada vez aparece más disminuido, débil, necesitado de padrinos. Como dije la semana pasada: la ayuda de Correa –por más paradójico que parezca, dada la indudable popularidad del presidente– es el beso de la muerte para Barrera, porque refuerza su debilidad su incapacidad de hacer algo por sí mismo. Por fin, la medida desesperada, demagógica, ilegal del alcalde-candidato Jorge Albán, de quitar los peajes y bajar las multas, solo causa risa, como se ha reflejado abundantemente en las redes sociales, nuevo escenario de la sal quiteña.  

Correa completa su ataque diciendo que el triunfo de Rodas implicaría entregar la capital a la extrema derecha "para ver si tumban al Gobierno, boicotean la revolución". Dramatismo, exageración, maniqueísmo. Empiece a acostumbrarse a que, con todo derecho, la gente puede tomar la opción de una mejor administración municipal. Y deje de chantajear a la ciudadanía de la capital.



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