lunes, 30 de diciembre de 2019

Consultitas

Francisco Febres Cordero
11 de Agosto, 2013

Qué bueno que los académicos de la lengua le hayan sacado la lengua al linchamiento mediático y nos hayan aclarado a los ecuatorianos (y ecuatorianas) que no cabe que en una ley se incluyan metáforas. Como son bien académicos los académicos, han argumentado que linchar significa "ejecutar sin proceso y tumultuariamente a un sospechoso o a un reo", lo cual, periodísticamente, es imposible, así el reo sea rea. ¡Cómo se aprende de los académicos!

Aprovechando que, agilitos como son, sabios en todo lo relativo al idioma, genéricos en los géneros, hay que acudir a ellos para que, diunechasmente, nos absuelvan ciertas consultitas sobre la revolución que está experimentando nuestra lengua y sobre el empleo de ciertos términos ubicuos. ¡Híjoles, ahí creo que les compliqué la vida porque ellos no han de saber qué son los términos ubicuos! Bueno, ojalá me entiendan porque uno también tiene derecho a hablar en metáforas.

¿Por qué, señores académicos, ahora los ecuatorianos somos ecuatorianos y ecuatorianas? ¿Por qué hay que decir presidentes y presidentas, estudiantes y estudiantas, magistrados y magistradas, choferes y choferas? ¿No será, ilustrísimos académicos, que esta revolución idiomática está resultando lo más pedestre que imaginarse pueda? ¿O no será que en lugar de pedestre la revolución quiere ser ecuestre? ¡Qué también será, señores académicos!

Lo cierto es que nosotros no nos ponemos de acuerdo, nos enredamos y terminamos por confundirlo todo con el argumento de que en la revolución ciudadana lo que es masculino también debe ser femenino. El idioma ha adquirido una suerte de hermafroditismo delirante, para que no se resientan los unos y las unas, los otros y las otras.

Si alguien se refiere, por ejemplo, a los ángeles (ahora que todos los revolucionarios son tan rezadores, tan místicos, tan beatitos), ¿tiene también que referirse a las ángelas? ¿O ahí no importa, porque los ángeles no tienen sexo? ¿Y las ángelas tendrán? ¡Qué lío, señores académicos y académicas! Así como ustedes resolvieron lo del linchamiento mediático, por favor, den resolviendo también este linchamiento idiomático.

Y sobre los colores, ¿qué? Antes, el blanco era blanco, el negro era negro y el amarillo, amarillo. Ahora resulta que el blanco puede ser blanco pero blanco mestizo, el negro no es negro sino afrodescendiente y el amarillo cómo también será. Amarillo hepatítico, tal vez. O amarillo chino, como el Coca-Codo Sinclair.

Lo cierto es que nos damos mil vueltas no solo con los masculinos, los femeninos y los neutros, sino también para evitar llamar a las cosas por su nombre. Ya ni siquiera hay cómo decir viejo a un viejo (porque eso puede ser considerado linchamiento senil, penado con prisión), sino que hay que decirle adulto mayor. ¡Adulto mayor! Los viejos deberíamos formar un movimiento de indignados para que no nos nombren con eufemismos idiotas. ¿Acaso que nos llamen adultos mayores nos libra de la próstata, la jubilación, la sordera o el alzhéimer?

Así estamos, señores académicos. Y así está nuestra pobre lengua. Y así mismo está el país: hecho una reelección. ¡Ay no, hecho una confusión, quise decir!




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