martes, 31 de diciembre de 2019

La gira de un huérfano político con dinero

Emilio Palacio

20 de abril del 2014

Durante su próxima visita a España, Rafael Correa se reunirá con el rey Juan Carlos y con el presidente Mariano Rajoy, como corresponde cuando un jefe de estado visita otra nación. El 8 de abril, cuando llegó al aeropuerto de Boston, no acudieron a recibirlo ni los porteros del Departamento de Estado. A las pocas horas, ocho senadores, demócratas y republicanos, distribuyeron una carta para repudiar su presencia.

Su equipo de propaganda mostró como un gran logro que le entregasen las llaves de East Haven, un pueblito de 30.000 habitantes en el camino entre Boston y Yale, pero se cuidó de informar que el alcalde Joseph Maturo lleva varios meses intentando congraciarse con los hispanos, luego de un bochornoso incidente en el que se lo acusó de manejar un cuerpo policial racista.

Los alcaldes de izquierda Martin Walsh de Boston y Bill de Blasio de New York, ni siquiera se dieron por enterados de su presencia.

Ningún dirigente hispano o afroamericano, ningún líder sindical, ninguna dirigente feminista, ningún activista del movimiento ecologista o gay, ningún defensor de los derechos humanos, en todo Estados Unidos, consideró que valiese la pena acudir a saludar a Correa.

Los únicos artistas que le dieron la mano fueron Robert De Niro y Vanesa Redgrave, durante una reunión de promoción turística en New York, pero De Niro no acude a esos eventos por amistad sino a cambio de unos honorarios previamente pactados (300.000 dólares en promedio). Vanesa Redgrave, que toda su vida militó en la izquierda radical inglesa, sí estuvo allí por simpatía ideológica, pero para Correa era una absoluta desconocida: el sábado, en su informe semanal, preguntó si alguien sabía su apellido.

Correa tenía previsto también un encuentro con Woody Allen, pero a última hora se lo suspendió sin mayores explicaciones.

Se supone que la cita con empresarios en New York sí reunió a personalidades importantes del mundo de los negocios, pero el aparato propagandístico oficial no dio sus nombres ni mostró fotos de los asistentes para reconocerlos. Correa sólo mencionó al representante de la petrolera Ivanhoe, que explota el bloque 20 en la amazonia ecuatoriana, al que calificó de "nuestro mejor embajador".

Los académicos de fuste tampoco le dieron importancia a la visita

Noam Chomsky, profesor del MIT, es quizás el intelectual de izquierda de mayor prestigio en Estados Unidos, pero no es el único. Las academias norteamericanas, sobre todo en Massachusetts, están repletas de destacados profesores que simpatizan con las dictaduras populistas. Extrañamente, ni los de izquierda, ni los de centro, ni los de derecha, fueron a saludarlo.

El único científico social de gran prestigio que se acercó a escucharlo fue Carlos Eire, profesor de Yale y ganador del National Book Award, que abandonó el lugar antes de que el acto culmine, para narrar después sus desfavorables impresiones.

Correa sí se reunió con los presidentes de Harvard, Drew Gilpin Faust, y de Yale, Peter Salovey. Pero ambos tenían motivos pragmáticos para recibirlo. El gobierno ecuatoriano financia los estudios de varios estudiantes ecuatorianos en ambas universidades y Correa llevó la propuesta de incrementar sustancialmente el número de becarios a cambio de un descuento. Desde la lógica capitalista, lo que hicieron ambos académicos fue recibir a un buen cliente.

Se anunció que el primer mandatario ecuatoriano se reuniría también -para explorar un acuerdo similar- con el presidente del MIT, el venezolano Rafael Reif, pero a última hora el catedrático "se enfermó". Es muy probable que Reif se haya sentido abrumado por las cartas y correos electrónicos de protesta que le llegaron. Correa debió reunirse con Martin Schmidt, el hombre que maneja el presupuesto y las finanzas de la institución.

Correa no habló ni en Yale ni en Harvard por iniciativa espontánea de sus autoridades. Fue la embajadora Nathalie Cely, con la carta de las becas sobre la mesa, la que solicitó que lo inviten. Hubiese sido una descortesía contestarle que no.  

Cely coordinó la conferencia en Yale con Scott Strobel, profesor de biología, que tiene un especial interés en mantener buenas relaciones con las autoridades ecuatorianas porque todos los años viaja a la región amazónica a recoger muestras de plantas y animales. Correa contó que Stroebel está estudiando un hongo ecuatoriano que podría degradar el plástico, pero aclaró que no le interesa si el país recibe dinero por un descubrimiento así. Lo único que pedirá, dijo, es "cooperación académica", pero no explicó cómo piensa asegurarla una vez que Strobel haya terminado de llevarse todo el material genético que necesita.

El público, en ambas universidades, estuvo compuesto por burócratas ecuatorianos que acompañaban al primer mandatario, empleados administrativos de las universidades que coordinaron su visita, muy pocos profesores y varios alumnos latinoamericanos curiosos.

Un estudiante venezolano, Juan Andrés Mejía, le restregó a Correa durante su conferencia en Harvard su desprecio por la democracia, mientras afuera, varios profesores y estudiantes expresaban su repudio a las dictaduras de Venezuela y Ecuador. Algunos funcionarios ecuatorianos intentaron alejar a los manifestantes, pero un policía afroamericano intervino para explicarles que en Estados Unidos la gente tiene derecho a expresar sus opiniones.

Sólo hubo un economista importante que tomó en serio a Correa durante su gira, Jeffrey Sachs, el ex asesor de Jamil Mahuad. Ambos se reunieron en New York la mañana del sábado. "¿Hay alguna forma de reactivar la propuesta [del Yasuní]... Si pudiéramos ayudar a recaudar el dinero necesario, ¿se podría evitar la perforación?", le preguntó Sachs. "Absolutamente", le contestó Correa, según The New Yorker.

La prensa norteamericana ignoró la presencia del dictador

Ningún periódico de gran circulación (excluyendo algunos de Florida, que lo hicieron para repudiarlo) mencionó que Rafael Correa se encontraba de visita en Estados Unidos. The Boston Globe le hizo una larga entrevista que luego decidió no publicar. En su lugar, el diario imprimió un artículo con su firma, imitando la iniciativa de The New York Times, que semanas antes había publicado sendos artículos de los dictadores Nicolás Maduro y Vladimir Putin. The Boston Globe pertenece al mismo grupo empresarial de The New York Times.  

La influyente revista The New Yorker le pidió una entrevista y lo acompañó en varias de sus actividades, pero el artículo, en el estilo a veces frívolo de la publicación, salió a la luz el 18 de abril, cuando Correa ya estaba de regreso.  

El único periodista de televisión reconocido que aceptó entrevistar al presidente fue Charlie Ross, para un programa de la televisión pública. Ross financia su programa con aportes que recibe de donantes, cuyos nombres mantiene en secreto. El periodista ofrece sus servicios como maestro de ceremonias en reuniones corporativas, de manera especial cuando se trata de la Coca Cola, cuyo presidente mundial visitó recientemente a Correa en Quito.

A la rueda de prensa en el Hotel The Pierre, en New York, sólo acudieron medios ecuatorianos e hispanos. El único medio norteamericano presente fue la Voz de America (VOA), del gobierno de Estados Unidos.

La sabatina en New York, con una masa anónima  

Por fin, el sábado, último día de la gira, el presidente tuvo el recibimiento que esperaba. Varios centenares de asistentes lo aplaudieron, gritaron su nombre y reclamaron su reelección. Eran todos ecuatorianos, organizados y movilizados por los consulados del área de New York, que desde el día anterior pusieron a disposición varios buses y pagaron hasta 80 dólares por cabeza, más el ofrecimiento de agilitar cualquier trámite pendiente.

Ni siquiera entonces el presidente pudo mostrar a algún dirigente influyente o alguna personalidad reconocida que lo respalde. Los ecuatorianos de New York, de acuerdo a la versión oficial, serían sólo una masa de personas anónimas, ninguna de las cuales merecería ser destacada por sus triunfos o sus logros. Correa no promocionó ni siquiera a los artistas que animaron su presencia; pero claro, tampoco estuvieron allí por simpatías políticas sino por sus honorarios profesionales.



No hay comentarios:

Publicar un comentario