martes, 31 de diciembre de 2019

Hacia el poder total

Eduardo Peña Triviño
21 de Enero, 2014

Este título puede interpretarse como una invitación a luchar por ganarlo. Debemos comprender que ese es el propósito de la agobiante propaganda del partido gobernante: Está en la naturaleza humana el afán de dominio. Todo gobernante aspira a ejercer el poder sin trabas que limiten su labor. Recordamos que hasta los más sanguinarios tiranos mostraron un anhelo de servir al pueblo y darle bienestar o felicidad. Los más convencidos demócratas han sentido la angustia de no poder realizar todos sus planes, por la acción de la oposición política o de factores que no pueden controlar como los fenómenos de la naturaleza. También porque al término de su mandato queda mucho por hacer. Desde la perspectiva del poder, lo mejor es captarlo en forma total y ejercerlo sine die. Los latinoamericanos tenemos ahora la mejor muestra en Cuba y en el pasado la vimos en los tiranos Trujillo, Somoza y Stroessner.

Desde el punto de vista de los gobernados, que sienten en sus vidas los aciertos y errores de los mandatarios, las cosas tienen otro cariz. Se deben sentir amparados por las leyes dictadas para garantizar sus libertades, limitando el poder del Estado y poniendo plazos para el ejercicio del poder. El más grave problema se plantea cuando la autoridad se concentra en una sola voluntad, porque el ciudadano queda expuesto a lo que esa persona quiera y sabemos que hay que ser Dios para que el poder no la corrompa.

El partido gobernante quiere también las alcaldías y el poder municipal, especialmente en Guayaquil y Machala. Vemos una estrategia doble: por un lado, se afana en desprestigiar el trabajo de los alcaldes con acusaciones de ineptitud o de que no atienden con servicios básicos a ciertos sectores populares. De otro lado, presenta a sus candidatos como sensibles y capaces, que van a recibir del gobierno central un enorme apoyo en su gestión. Puede ser cierto, pero en el argumento hay una falacia de principio: todo programa de gobierno nacional o municipal requiere financiación. ¿Quién la otorga, de quién es el dinero? No es posible que la plata sea del propio candidato o de su partido, porque no la tienen. ¿De quién es, entonces? -Es dinero de los impuestos que paga el pueblo, de las rentas petroleras. Debe ser entregado a los municipios en las proporciones que establece la ley, cualquiera que sea el alcalde que nosotros elijamos. No es un regalo, es un derecho.

Ganar elecciones no hace a nadie más capaz u honrado. Vemos a diario algunas autoridades que por haber obtenido caudalosas votaciones no son más inteligentes ni mejor educadas. El poder pone de relieve las falencias y la falta de preparación de quienes ahora ostentan cargos obsequiados por el gran elector. Entre las alternativas que se ofrecen, prefiero a quien ha demostrado ser un buen administrador. Quiera Dios que el gobernante que busca el poder total no nos lleve a un gobierno totalitario.

Mi solidaridad con Bonil, para quien exijo respeto, por ser libérrimo frente al poder.

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