sábado, 28 de diciembre de 2019

Nuestra libertad de expresión

Tania Tinoco
05 de enero del 2012

Cuando Jesús Hurtado nos lo contó, pensé que su realidad era tan lejana a la nuestra. Él era un reconocido periodista venezolano de la Cadena Capriles, orgulloso de ser comunicador. Cuando iba por la calle mostraba con orgullo su credencial de prensa, hasta que en el gobierno de Hugo Chávez debió primero esconderla y después quitársela so pena de recibir palizas de los "garroteros chavistas", autoproclamados guardianes de la revolución y que llegaron hasta mandarlo al hospital por no haberse "alineado" al régimen. Al final de la entrevista, julio del 2009, nos abrazó a Fernando Astudillo y a mí, y con lágrimas en los ojos nos dijo "luchen porque en su país no llegue a pasar esto".

No sé cómo debe lucharse en el periodismo en un gobierno que botó la democracia desde el inicio, al promover la expulsión de 57 diputados anulando en la práctica 1 de los 3 poderes del Estado. La única arma que conozco es la verdad, pero tal parece que aquí y ahora, la verdad no es suficiente. Entonces, ¿hemos perdido la batalla? ¡Que reclamen su pírrica victoria! Aún quedan otras batallas para perder o ganar la guerra.

Hoy el periodismo al que pertenezco debe buscar no solo la verdad sino defenderse de las mentiras, mentiras que cuentan con propaganda oficialista, con el uso antojadizo de los múltiples medios gobiernistas, con los espacios publicitarios metidos en los más seguidos partidos de fútbol y las regulares cadenas de radio y televisión, usadas tantas veces para el insulto y el miedo.

Muchas veces me he preguntado cuándo empezó la persecución a la prensa y al no hallar un momento exacto admito como válida la implantación inicial de una "política de comunicación" libreteada quién sabe si desde Caracas y La Habana. Esa "política de comunicación" iría a institucionalizarse con la Constitución de Montecristi, ¡aquella que produjo una Carta Magna que iba a durar mil años!

Cuando insisto a mi mente en el inicio, se me viene a la mente la sonrisa de Rafael Correa que a mí misma me convenció en la primera campaña. La vi desdibujarse pronto en el ejercicio del poder cuando sacó a un periodista de una rueda de prensa por hacerle una pregunta que consideró atentatoria a la Majestad del Presidente. A esa sonrisa se fueron perfilando los dientes, al menos eso imaginé, al verlo en televisión desde el Enlace Sabatino Nº 4 en el Palacio de Carondelet, cuando ordenó a la fuerza pública sacar a la fuerza a Emilio Palacio, y Carlos Jijón debió seguirlo para no correr con la misma suerte. Los ataques a los periodistas y a la prensa en general que vinieron enseguida no puedo enumerarlos porque la lista no tiene fin, se hace más larga, especialmente cada sábado en la mañana.

Hoy, 5 de enero del 2012, no sé qué periodista, no vinculado a los medios del Gobierno, puede hablar de plena libertad de expresión. En el Ecuador de hoy NO existe. Desgraciadamente nuestra situación se asemeja a la de Argentina y palidece ante la de Venezuela y, ¡ni qué decir de Cuba! En este 5 de enero no hay celebraciones, solo recomendaciones. Resistir, haciendo el mejor periodismo posible. El último fin de año recordé en mi cuenta Twitter a Emilio Palacio y uno de los tantos trolls que me insultó me llamó "asesina" (@danielr125, enero 1 a las 5:07 p.m.). Me niego a un futuro así con ataques tan graves a los periodistas: rebajados, vilipendiados, generalizados en la acusación de mediocres y corruptos que sale de la boca del Primer Dignatario de la Nación. Me niego a que un día tenga que esconder mi credencial y tenga que optar por callar para sobrevivir, sin democracia, sin libertad.

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