martes, 31 de diciembre de 2019

Moralina del eufemismo

Iván Sandoval Carrión
24 de junio de 2014

¿Qué es una persona con hábitos compulsivos de consumo de etanol?: un alcohólico ¿Y alguien con hiperdesarrollo lipídico y ponderal?: un gordo ¿Y un funcionario público con alternativas éticas subjetivas, pragmáticas y opcionales?: un corrupto ¿Y una persona con inclinaciones académicas y laborales especiales?: simplemente un vago. Son ejemplos ridículos del abuso del "lenguaje políticamente correcto", que es un recurso a los eufemismos para evitar el uso de términos que podrían resultar insultantes o peyorativos para las personas aludidas. Un eufemismo es una figura de la retórica que sustituye palabras que se consideran groseras y encubre realidades incómodas o desagradables.

El lenguaje políticamente correcto es el preferido por los políticos, obviamente, y se convierte en el vocabulario oficial de algunos gobiernos porque mistifica y disfraza aspectos de la realidad social, cultural y económica que deben permanecer ocultos. La utilización de este léxico para defender –supuestamente– los derechos de ciertas minorías es solamente la pantalla "eufemística" del poder para quedar bien ante estos grupos y ganárselos como electores potenciales. La argumentación de quien se sirve habitualmente de los eufemismos, alude a la defensa de los derechos humanos y la democracia, y ello convierte al lenguaje políticamente correcto en un modo de hablar hipócrita y moralista que esconde sus verdaderos propósitos: dominar y perpetuarse mientras pueda. La trampa de esta jerga, es que los términos inventados devienen "incorrectos" con el tiempo, y entonces deben crearse otros en su lugar.

Un ejemplo universal es el uso extendido del término "afrodescendiente" en lugar de "negro". Su empleo es inadecuado, porque "afrodescendientes" somos todos los seres humanos, si damos crédito a las investigaciones de los Leakey, quienes encontraron las huellas más antiguas de homínidos y homo sapiens en las llanuras de lo que hoy se llama Kenia y Tanzania. Además, la palabra no especifica si se trata de descendientes de los pueblos que se hallan al norte o al sur del Sahara, y que difieren notablemente entre sí en sus lenguas y demás rasgos culturales, además del color de su piel. En nuestro caso, ¿no sería más "correcto" preguntar a los ecuatorianos que habitan en la provincia de Esmeraldas y al norte de Imbabura cómo prefieren ser llamados? Porque quizás ellos están orgullosos de ser considerados negros.

Otro problema de los eufemismos, es que la vacuidad de las palabras creadas e impuestas no logra modificar de manera suficiente las realidades que pretende disimular o las nuevas que intenta construir. Un ejemplo es la invención de los sintagmas "centro de rehabilitación" y "PPL persona privada de libertad" en lugar de "cárcel" y "preso": ¿En qué medida el uso de esta "coba" oficial ha cambiado la realidad brutal de todas las personas que están detenidas en estos lugares? Si un nuevo significante crea realidades antes inexistentes, no puede hacerlo allí donde nada ha cambiado en la estructura y en la posición de los sujetos ¿No será que el lenguaje políticamente correcto esconde la misma moralina mojigata y condescendiente que sustentaba antiguamente el abuso de los diminutivos por parte de nosotros, los blancomestizos, cuando nos referíamos a los "negritos", "cholitos", "cieguitos", "muditos", etc.?

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