lunes, 30 de diciembre de 2019

Sumisión y la involución ciudadana

Daniela Chacón Arias
noviembre 05, 2013

El gobierno de la revolución ciudadana se ha jactado de ser el primero en incorporar a tantas mujeres en sus filas. De hecho, el 40% de los miembros de la actual Asamblea Nacional son mujeres y posiblemente el porcentaje sea similar respecto de la función ejecutiva. La activa participación de mujeres en política viene de la mano de grandes expectativas respecto del cumplimiento de las siempre olvidadas agendas de las mujeres, especialmente dado que varias mujeres llegaron a la función pública gracias a su lucha en temas de género.

La presencia de todas estas mujeres era una señal promisoria para el avance de la equidad de género. La discusión en torno al aborto en casos de violación era una de las grandes oportunidades, especialmente dado que varias de las legisladoras de Alianza País se habían pronunciado enérgicamente en contra de la criminalización en estos casos. En una apasionada intervención de hace algunos años atrás, una de las actuales vicepresidentas de la Asamblea Nacional solicitó que la despenalización del aborto se extienda a todas las mujeres que han sido violadas y no solo a las que el actual Código Penal llama idiotas o dementes. Pidió que no se legisle desde el púlpito y que el tema sea debatido a profundidad desde una perspectiva de salud pública y de los derechos de las mujeres.

Sin embargo con el pasar de los años las posiciones han cambiado o los espacios de poder se volvieron más importantes que los principios. Los hechos de las últimas semanas demuestran que en vez de avanzar estamos retrocediendo. El carajazo del presidente Correa a las asambleístas que únicamente pedían debatir el tema de la despenalización del aborto en casos de violación, no aprobarlo, no sólo demostró lo apenas obvio, que no hay democracia en Alianza País y que se hace lo que el Presidente quiere; sino que además demostró que los derechos de las mujeres no son parte importante del "proyecto" y que las asambleístas deben demostrar sumisión absoluta.

Pero lo más grave no es que las agendas de reivindicación por las que estas mujeres han luchado toda su vida desaparecieron o que tuvieron que renunciar a sus supuestos principios para continuar siendo parte del "proyecto", sino que enviaron un mensaje al resto de mujeres de que en casa se hace lo que el jefe quiere, al más puro estilo del machismo ecuatoriano por el que tanto han luchado para erradicar.

Después de la rabieta del Presidente, estas mujeres se echaron para atrás y aceptaron sumisamente no discutir el tema. Inclusive se sometieron a un vergonzoso proceso de disciplina y acataron la sanción que les impuso el comité de ética de su partido. ¡Aceptaron una sanción por defender sus principios! Nos queda el mal sabor de boca de que en realidad no eran principios tan fuertes o que el pequeño espacio de poder ganado es más importante, de lo contrario se hubiesen desafiliado. ¿Por qué permanecer en un movimiento que no representa sus supuestas convicciones más profundas?

¿Por qué las feministas y otras activistas en temas de género no han exigido a sus representantes ser fieles a las plataformas políticas que las llevaron a la Asamblea Nacional? Aquí no solo se trata de seguir una línea de partido, sino de representar a los ciudadanos. Estas legisladoras antes de ser militantes de Alianza País, son representantes del pueblo y se deben a sus electores, no a su jefe.

Estas mujeres validaron esa actitud prepotente, autoritaria y machista que tiene el presidente Correa constantemente. En vez de evolucionar o revolucionar, involucionamos. Como mujer, no puedo alegrarme que haya más mujeres ocupando espacios que antes nos estaban privados, cuando esas mujeres son serviles y replican en la función pública la realidad de sumisión que muchas otras aún viven en el país. Me apena decir que el rol de la mujer en este gobierno, está manchado de sumisión.


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