10 AGOSTO 2010
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| Por Antonio Rodríguez Vicéns En el 'Eclesiastés', uno de los libros bíblicos que con más frecuencia releo, se dice que hay "tiempo de callar y tiempo de hablar". Los nuestros -los que padecemos- no son tiempos de callar. ¿Cómo callar ante la consolidación de un proyecto político autoritario, destructor de las instituciones y concentrador del poder, descalificador y excluyente, alienante y maniqueo, abusivo y atropellador? ¿Cómo callar ante el éxito de una política lumpen, sustentada en la degradación de los valores, el desgaste de la palabra, el irrespeto a la dignidad ajena, la ofensa y el insulto rutinarios, la burla y el escarnio para quienes disienten y la transformación del resentimiento y el revanchismo en virtudes sociales? ¿Cómo callar ante una política económica que ha privilegiado el gasto público irresponsable y ha logrado frenar el sostenido crecimiento de los últimos años y la paulatina disminución de los niveles de pobreza, a cambio de auspiciar un clientelismo demagógico? ¿Cómo callar ante el desempleo? ¿Cómo callar ante el fortalecimiento inusual de un Estado cada vez más grande, concentrador y absorbente, en detrimento de una sociedad civil desarticulada y sometida? ¿Cómo callar ante una política internacional improvisada, falsamente independiente y soberana, que aplaude con entusiasmo a los regímenes totalitarios -supuestos modelos de 'democracia'- y respalda los delirios mesiánicos del grotesco y atrabiliario gorilato caraqueño? |
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