sábado, 11 de agosto de 2012

Este período de la historia puede caracterizarse por muchas cosas, pero en el que elementos tales como el desarrollo de nuevas tecnologías, la comunicación e Internet se han materializado en un aumento exponencial del comercio de bienes y servicios hasta niveles impensados: en las dos últimas décadas, se duplicó, gracias a un proceso con varias aristas. Por un lado, aumentaron significativamente los acuerdos comerciales. Ello significó una reducción importante tanto de los aranceles como de diversas trabas al comercio prácticamente en todos los países y regiones del orbe. Por otra parte, el boom de las nuevas tecnologías permitió separar los procesos de producción, porque las tareas de gestión, diseño y producción de partes o insumos se pueden articular rápidamente a escala mundial. Hoy, ya no se comercian productos finales que son generados en un solo país. En realidad, se adquieren bienes que son ensamblados en un lugar, pero cuyas partes o insumos provienen de lugares muy distintos. El comercio llegó para quedarse, y con jugadores en expansión aprendiendo y mejorando cada vez más. Este es un proceso que afecta las economías, tanto desde la perspectiva de ampliar mercados -o reducirlos- como en el impacto que la competencia puede generar en el corto plazo, tanto en el nivel de ingreso de los trabajadores como en las brechas sociales. Por eso, se vuelve fundamental apuntar hacia metas que permitan aumentar la competitividad: mejorar la educación de la mano de obra nacional, implementar más y mejores servicios públicos, facilitar la inversión y alentar la innovación. Hoy, 13 mayo 2010, p. 5

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