domingo, 3 de marzo de 2013

EL PAIS SUBSIDIADO / Cadena, Eduardo

En el Ecuador, hablar de subsidios es hablar de un derecho que los ciudadanos han tomado como propio e irrevocable y que se sustenta no por su lógica de ayuda a la población, sino simplemente para que los gobernantes de turno no pierdan su supuesta popularidad obtenida a través de estas dádivas. La teoría económica nos señala que, para que un subsidio sea eficiente, debe cumplir con tres características fundamentales. La primera es que debe estar focalizado a la población que necesita del mismo; es decir, debe ir dirigido a la población que más lo necesite y tener fines de desarrollo humano. En segundo lugar, debe ser temporal, lo que quiere decir que el beneficiario no debería gozar toda su vida del subsidio, sino que debe cumplir un período específico de tiempo para canalizar la ayuda. Y por último, debe ser controlado, de tal manera que se pueda medir su retorno social y los beneficios que causa a la sociedad. Existen 12 subsidios en el país: a los combustibles, al sistema de seguridad social, al sector eléctrico, al bono de desarrollo humano, a la vivienda, al Banco del Estado, a la úrea, a la harina, al arroz, al crédito de desarrollo humano y al Banco de Fomento, entre otros; los cuales, en 2010, alcanzaron los $6 590 millones, monto que el Estado asume como gasto corriente; es decir, permanente, y que se financia con la recaudación impositiva de los ecuatorianos. De todos los subsidios antes mencionados, el único cercano al cumplimiento de las características teóricas es el Bono de Desarrollo Humano, que representa aproximadamente un 9 por ciento del total de los subsidios. Dinero, Diario de Negocios, 18 ene. 2012, p. 2

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