sábado, 16 de febrero de 2013
GASOLINA DE AVIÓN, GASOLINA DE AUTO / Cueva, Simón
La decisión anunciada por el Gobierno de eliminar, a partir de enero, el subsidio a la gasolina de avión que ha beneficiado a compañías nacionales es correcta, aunque traiga inicialmente efectos indeseados. No tiene mayor sentido que el Estado destine muchos recursos para subsidiar servicios orientados a quienes sí pueden pagar. Generará un incremento inevitable en los pasajes aéreos hacia un precio de libre mercado, no distorsionado, que reflejará mejor costos y preferencias reales de los consumidores y hará que todos tomemos decisiones basándonos en precios de verdad. Son buenos argumentos (aunque un poco "neoliberales", paradójicamente para el Gobierno). En cambio, es inadecuado pensar en mantener congelados al mismo tiempo los subsidios a la gasolina de autos, al diésel y al gas de uso doméstico. Los mismos argumentos que plantean las autoridades para la gasolina de avión se pueden replicar, con mayor énfasis, para los demás derivados de petróleo. Los subsidios restan cada año al fisco $80 millones-$100 millones para la gasolina de avión, frente a los $1 500-$2 000 millones para los demás productos, sin incluir las potenciales mayores ganancias de vender el petróleo caro en vez de usarlo para vender productos refinados baratos. Tanta plata podría ser utilizada, por ejemplo, para ahorrar para futuras épocas difíciles y proteger así el gasto social esencial en esas épocas. Hoy, 2 dic. 2011, p. 4
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