sábado, 16 de febrero de 2013

A PROPOSITO DEL PRESUPUESTO / Oleas, Sebastián

Una vez más es ese momento del año en el que el Ejecutivo, por cumplir un trámite, envía la Proforma presupuestaria 2012 a la Asamblea Nacional (AN). Esta a su vez, tan ocupada, posterga su análisis y discusión hasta último momento (el plazo vence el 30 de noviembre). Luego el presidente de la AN, Fernando Cordero, convocará a una sesión de último minuto a la que los asambleístas de la minoría más importante acudirán raudos repitiendo el mantra favorito "debe de estar bien si es que viene del Ejecutivo". Obvio, si es el mismísimo ministro de Finanzas, Patricio Rivera, el que lo avala. Y, tal como en años anteriores, la proforma se aprobará como un saludo a la bandera y listo, chao, hasta el próximo año. El problema es que el presupuesto es algo más que eso. El presupuesto, si fuera tomado en serio, es el plan de gobierno para cada año. En él se explicitan las prioridades de gasto para el siguiente ejercicio fiscal, así como la forma en la que se van a pagar por ellas. Si el gasto excede a los ingresos entonces eso equivale a un déficit o, en buen romance, para el caso ecuatoriano más y muy costoso endeudamiento a pesar de precios históricamente elevados del petróleo y una recaudación tributaria en aumento. Dinero, Diario de Negocios, 25 nov. 2011, p. 2

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