sábado, 19 de agosto de 2017

Y ¿si hubiéramos tenido moneda nacional?

Gabriela Calderón de Burgos: Distintos funcionarios del Gobierno se felicitan por haber gestionado de excelente forma la actual recesión económica. Lo hacen argumentando que lo hicieron incluso maniatados por no tener moneda propia. Pero, pensemos, ¿qué hubiera podido suceder si, a partir de que se iniciaran los problemas en 2014, en lugar de haber estado dolarizados hubiésemos contado con una moneda nacional? Los políticos que estuvieron en el poder durante la última década probablemente hubieran gastado más, de haber existido la maquinita impresora y podido monetizar el gasto, conduciendo a una depreciación de la moneda. Los ecuatorianos hubiéramos reaccionado rechazando una moneda que pierde valor en busca de otra que lo retiene y hubiésemos empezado a retirar sucres de los bancos para comprar dólares. Al ver que la reserva cae, la gente se pone más nerviosa y continúan los retiros de depósitos. En 1996 la emisión monetaria registró un incremento anual de 51,2%, en 1997 28 ,2%, en 1998 38,6% y en 1999 149%. De la mano de esta orgía de creación de dinero vino la galopante inflación, que pasó de 24% en 1996 hasta llegar a 52% en 1999, y en el 2000 a 96%. La crisis cambiaria y financiera se detuvo en enero de 2000 cuando se adoptó la dolarización. En su terquedad, el Gobierno ha reemplazado los altos ingresos petroleros con un endeudamiento público agresivo. Vimos que no han tenido el menor reparo en disponer de gran parte de los fondos del IESS y hasta la semana pasada de más de $ 4.800 millones de la Reserva Internacional, lo cual pone en riesgo la estabilidad del sistema financiero. Nunca les alcanza el dinero y eso hace fácil suponer que si, por ejemplo, en 2015-2017 hubiesen tenido moneda propia, gran parte de la brecha de financiamiento se habría cubierto con un incremento significativo en la emisión monetaria y se habría desatado una espiral de fenómenos agravantes similares o peores que en 1999. El Universo, año 96; No. 127 20 ene. 2017 p. 8

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