sábado, 14 de julio de 2012

BIEN SERVIDOS / Spurrier, Walter

En enero de 2000 se anunció la dolarización, y es hora de hacer un balance. Primero, su longevidad; la convertibilidad argentina, de la cual nuestra dolarización es prima hermana, duró 10 años y 6 días, tocando fin hace exactamente 8 años, en debacle. En cambio, nuestra dolarización goza de buena salud. Puede augurársele algunos años más de vida, aunque su médico de cabecera Rafael Correa tenga sentimientos encontrados. En enero de 2009, el precio de petróleo había caído a USD 26,8 (hoy está cerca de USD 70) y las reservas monetarias se agotaban rápidamente. Sin dolarización, la salida de divisas hubiera causado devaluación y aumento de la inflación. Los ahorros se hubieran pulverizado. La gente hubiese retirado la plata de los bancos; hubiésemos estado en peligro de replicar lo de enero de 1999, cuando el petróleo estuvo en USD 7,8. Pero la dolarización nos blindó frente a esa situación. En su primera década, la dolarización nos ha servido bien a todos. ¿Es entonces la dolarización una cura milagrosa? De ninguna manera. Dura más que la convertibilidad de Argentina porque en los noventa el dólar se revalorizó; Argentina se tornó en país carísimo para producir, las importaciones brasileñas destruyeron la industria argentina. En cambio, en la última década el dólar ha estado débil, y su depreciación permitió compensar nuestro incremento en costos. Una conjunción de revalorización del dólar, caída del petróleo, y El Niño devastador, como en 1982/83 y 1998/9, podría causar un nuevo colapso. El Comercio, 12 ene. 2010, p. 8

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