miércoles, 1 de enero de 2020

La importancia de llamarse Rafael

Por: Diego Ordóñez
29/Mayo/2014  

"The importance of being earnest" es una comedia frívola de Oscar Wilde que habla de la importancia de ser serio u honesto, en otra traducción del título. Y en otra, de la importancia de que te llamen honesto. La obra se popularizó como si "earnest" significara Ernesto. En cualquier caso, es importante tener un nombre en especial, que atribuye cierta virtud. En el caso de la obra de Wilde, ser serio, franco y honesto.

Podemos cambiar de opinión, lo que es in cluso evidencia de inteligencia al integrar nuevos conocimientos o nuevas experiencias. Mas,  puede expresar que el que sostiene un concepto no es serio ni franco en sus decires.

La portentosa publicidad, posible por el inagotable flujo de dinero público usado para pagarla, convirtió a Rafael en el producto. En el inspirador. En el hacedor. En el alfa (como líder) y el omega, como principio y fin de la refundación. No a Virgilio. No a Augusto. No a Marcela o Gabriela. Única y exclusivamente a Rafael. Así, adquirió el aura de gran elector de otros y sobre todo de sí mismo. Los artífices de la propaganda consiguieron el objetivo de todo modelo caudillista. Tener un caudillo irremplazable.

Luego de siete años de pulir y abrillantar su imagen, llegó el momento de usar retórica al estilo Evita (gurú del populismo) e inmolarse –en sentido figurado-. Mi vida ya no es mía, ha dicho; ni de su familia, se entiende, para decepción de los que pensaron que su ofrecimiento de ir a vivir con ella en la patria de Leopoldo era motivo de homenaje a sus reiteradas sentencias de lo malo de una tercera reelección.

La dureza de las cifras, que muestra la debilidad electoral sin la presencia como candidato del único posible, es motivo suficiente para olvidar cualquiera de esas sentencias éticas que algunos incautos se tragaron como quien traga la rueda de un molino. El cambio de la Constitución era obvio. Y cualquier contradicción que sirva para acusar falta de seriedad y honradez en el pensamiento sería prontamente encubierta por la publicidad que mostrará a la mentira como verdad; como meritoria.

Es mucho lo que perderían quienes han detentado el poder con control absoluto. Primero, todo ese poder y la impunidad. La publicidad convierte este temor en amenaza de que la "restauración conservadora" detenga lo que llaman revolución. En el fondo, y saben, un cambio político de correlación de fuerzas provocará que se abran procesos investigativos y de fiscalización represados en estos años.

Y para que los conmilotones del caudillo transmuten cualquier duda u oposición, fruto de algún vestigio de pensamiento democrático, en discurso de defensa está el sentido práctico. Sin Rafael, el único e insustituible por magia de la propaganda, no volverían a los puestos de elección que en solitario son imposibles, o ministerios, embajadas u otra presea burocrática. En cualquier caso, en algo tienen razón. Sean las urnas las que hablen. Aunque decirlo suene ingenuo por la inmoral desigualdad electoral. Pero, allí hay una causa para librar una batalla ética para que la decisión no provenga de la Asamblea que sobre representa la primera minoría y que es obsecuente; sino en CONSULTA. Al fin, esto parece más importante que decidir sobre clausurar tragamonedas

No a Virgilio. No a Augusto. No a Marcela o Gabriela. Única y exclusivamente a Rafael. Así, adquirió el aura de gran elector de otros y de sí mismo


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