lunes, 24 de junio de 2013

COMERCIO EXTERIOR / Alcivar, Orlando

El comercio exterior debería ser motivo de especial preocupación de los gobiernos. Siempre creí que la dirección y el manejo del comercio exterior no debía estar en manos de la Cancillería, pues las relaciones mundanas de negociar productos, conectar con eficiencia y experiencia a vendedores y compradores, con el conocimiento práctico del mercado, no se amalgama muy bien con las funciones del servicio exterior, aunque este servicio, con la moderna diplomacia, tiene un rol diferente -o más amplio para decirlo con mayor propiedad- que el que tenía en épocas pasadas. La Cancillería debe cumplir un papel importante, a través de embajadores y cónsules, en los contactos, citas y relaciones con los funcionarios oficiales del país de destino de nuestros productos para facilitar el intercambio, el diálogo entre empresarios de las dos orillas, la fluidez de los requisitos aduaneros y de la aprobación de otros departamentos estatales ligadas con el comercio, pero no la responsabilidad principal que debería estar en manos de una dependencia autónoma con características propias que impulse las exportaciones y regule con buen juicio las importaciones en función de los intereses nacionales. En otras palabras, la Cancillería debería cumplir una labor complementaria, no la vertebral, en esto del comercio exterior ecuatoriano. El Universo, 3 mayo 2013, p. 6

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