domingo, 23 de diciembre de 2012

UNA DE CAL... / Spurrier, Walter

En julio, la Vicepresidencia creó un bono mensual de USD 240 para familiares de discapacitados severos, que estén dedicados a su cuidado. Previo al inicio de la entrega del bono, el Gobierno censó a los discapacitados severos. En un principio llegará a solo 12 371 familias. Un costo de algo más de USD 35 millones anuales. No conozco bono mejor diseñado, con mayores resultados para la inversión requerida. En un país desarrollado, lo que cabe es que existan establecimientos donde las familias puedan depositar a sus discapacitados totales mientras trabajan. Eso no hay en el Ecuador. Tampoco cabe poner sendos centros en las ciudades más importantes, y olvidarse del resto. El Estado por una módica suma está cumpliendo una función que le corresponde, sirviéndose que en nuestro país, todavía perdura la solidaridad intergeneracional. Pero en cambio hay otro programa, iniciado el año pasado, que es un enorme desperdicio. Todo empezó con el desplome del empleo. El Presidente, consciente que la creación de empleo está vinculada a la inversión, y que el sector corporativo requiere varios miles de dólares por cada plaza de empleo que crea, mientras que en la microempresa se crea un empleo por aproximadamente USD 800 de inversión, decidió atacar el problema del desempleo creando un crédito (CDH) de USD 840 para quienes reciben el bono de desarrollo humano. Lógico para un economista, errado para un sociólogo. No todo el mundo es emprendedor. En enero-julio desembolsaron USD 172 millones por el CDH; anualizado, serían casi USD 300 millones. ¿Cuántas microempresas se han puesto en marcha? ¿Cuántos empleos creados? ¿Cuánto se va a recobrar? ¿Cómo se podrá poner fin a ese despropósito? El Comercio, 21 sep. 2010, p. 10

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